Parece que hubiéramos entrado en un ritmo frenético de cambios. Cambios tecnológicos, cambios en el modo de empleo, cambios de relaciones internacionales, ya incluso anuncian que va a cambiar nuestra forma de alimentarnos. Incluso a medio plazo nuestra forma de usar el agua. Vienen cambios que tocan nuestros cimientos. Y no serán lentos. Se nos mueve el suelo y por momentos parece que debemos hacernos unos buenos surfistas.
Si estamos ante una desglobalización parcial, en la que lo regional, lo local se va a volver importante, ¿Qué va a pasar con las ciudades?, ¿Qué va a pasar con la logística?, ¿Cómo transformamos todos esos empleos?. Si a esto le añadimos el sedentarismo que puede llegar a suponer los entornos virtuales, estamos cuanto menos frente a un reto de la humanidad de los que marcaran un hito en el cambio de especie: no se muy bien que quedará del homo sapiens. Pero lejos de preocuparnos simplemente tal vez debamos abrazar los cambios y vivirlos como una aventura, porque eso es lo que va a ser. Y así escuchar, estudiar y seguir.
La producción local de alimentos es uno de los primeros retos que nos vamos a encontrar en las ciudades. Inmuebles de producción vegetal en zonas cercanas a las ciudades. Torres vegetales, que garanticen al menos un porcentaje básico de la comida en caso de que volvamos a cerrar ciudades, en caso de que tengamos que cortar el suministro por cualquier incidencia macro-económica o macro-social o macro-sanitaria o macro-política. Que los resortes de la supervivencia funcionen sin cortar lo demás pero que esté dimensionada para ello. Tenemos mucha superficie en las ciudades que podemos convertir y reconvertir.
España, con toda la creatividad que sustenta, con tanto cerebro que reúne, con el sólido conocimiento de sus universidades junto con su clima tiene el caldo de cultivo idóneo para que podamos convertirlo en una realidad en tan solo una década. Pero tenemos que querer.
¿Queremos?
Comments